Esta visita con guía multilingüe le llevará al corazón de la Basílica de San Pedro para descubrir la antigua necrópolis romana, sobre la que Constantino construyó la primera basílica, que alberga el lugar de enterramiento de San Pedro.
La necrópolis alberga numerosos mausoleos de ladrillo, algunos cristianos, a lo largo de una vía funeraria central, todos ricamente decorados con frescos, mosaicos, estuco, bajorrelieves y espléndidos sarcófagos. Los huesos de San Pedro se conservan en una sala dedicada a ellos.
Descubriremos los restos de la vasta necrópolis romana que se desarrolló entre los siglos I y IV a lo largo de la Vía Cornelia, sobre la Colina Vaticana, no lejos del Circo de Nerón y Calígula, donde San Pedro fue martirizado en el año 67 d. C.
La visita nos llevará a la amplia Necrópolis romana subyacente la Basílica, donde, alrededor del año 150 d.C., surgió un nicho en el que reposaban los restos mortales de San Pedro, pasado a la historia como el Trofeo de Gayo. Cuando en el año 319 Constantino decidió construir la primera Basílica encima de la sepultura de Pedro, le dio una estructura que respetara la dignidad del Apóstol, pero también decidió preservar la Necrópolis preexistente, cortando solo la parte superior de las tumbas. Tanto la tumba de Pedro como la Necrópolis permanecieron selladas durante dieciséis siglos, ocultas a la vista de los peregrinos.
En 1939, sin embargo, Pío XII contrató a un grupo de arqueólogos para que investigaran el subsuelo de la Basílica. La excavación, finalizada en 1949, sacó a la luz la amplia necrópolis preconstantiniana y, en su interior, la tumba de San Pedro. Gracias a unas inscripciones, en 1952 se hallaron al fin los restos mortales de Pedro, que hoy son visibles para la veneración de los fieles durante su visita.
PUNTO DE ENCUENTRO
Tras la muerte de Pedro, algunos cristianos logran recuperar su cuerpo y le dan sepultura en la tierra desnuda junto a una cercana necrópolis que, según la costumbre romana, había surgido a lo largo de la Vía Cornelia. Alrededor del siglo II comienza la devoción clandestina al apóstol con la construcción de una cella memoriae, pasada a la historia como el Trofeo de Gayo, por el nombre del viajero que atestiguó su presencia en sus escritos.
Cuando Constantino empieza la construcción de la primera basílica, encarga a sus arquitectos que la levanten encima de la necrópolis, cortando solo la parte superior de los antiguos sepulcros. Estos pertenecían en su mayoría a libertos, esclavos liberados y acomodados que habían podido permitirse majestuosas tumbas. La nueva basílica se levanta así sobre el Trofeo de Gayo, incorporándolo en su interior en una estructura digna. La Memoria Constantiniana se mantiene por tanto como punto de referencia absoluto a lo largo de los siglos, siendo el lugar de la sepultura de Pedro. Con el paso del tiempo, sin embargo, la misma desaparece a la vista de los fieles debido a nuevas obras de elevación del pavimento de la Basílica. Solo en 1939 el papa Pío XII contrata a un grupo de arqueólogos para que investiguen el subsuelo de la Basílica. Estas excavaciones, finalizadas en 1949, conducen al descubrimiento de la amplia necrópolis preconstantiniana.
A partir de 1952, la epigrafista Margherita Guarducci encuentra una inscripción que confirma la ubicación de la tumba de Pedro y permite hallar sus restos mortales. Tras una larga fase de análisis de los huesos, encomendada a científicos expertos, se confirma que dichos restos coinciden con el perfil de Pedro, y en 1969 el papa Pablo VI anuncia al mundo el hallazgo de los restos de San Pedro.
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